Entrevista con el escritor, ciclista y notario
Enrique Rajoy Feijóo con motivo del lanzamiento de Il Braguettone.
Hola, me llamo Jacques Millot y he sido encargado
por la sección Odiseas de la revista Derecho de Galicia de esta entrevista.
La conversación tiene lugar en la aldeíta de Covelo, tras una agotadora
escalada en bici desde Ponte Caldelas. Me gustaría saber porqué le propuse
hacer el reportaje en un sitio “alusivo” a Miguel Ángel Buonarroti (de él va la
novela); Enrique Rajoy es un cicloturista maníaco y enseguida te saca de la manga lugares imposibles como este, una aldea fantasmal repleta de esculturas esculturas al estilo de Miguel Ángel. No, no vengan. No
hay ni un solo bar.
—Su nombre,
apellidos, año y lugar de nacimiento…
—… y domicilio, supongo. Vamos, el D.N.I. Enrique
Rajoy Feijóo aunque, como compostelano nacido en Año Santo, 1953, me pusieron
de segundo nombre el “Santiago”. Vivo en Coruña, de donde es mi madre, y me
considero coruñés; eso antes daba un caché liberal, aunque a quien le importa
eso ahora, claro.
—Cuénteme algo de su niñez y adolescencia.
Nací en el mismo vetusto caserón compostelano de la plaza del Toral, nº 7 donde nacieron mis padres, abuelo, tíos, primos y tutti quanti y el ambiente no era precisamente de verbena. Mi abuelo Enrique Rajoy Leloup, el mejor jurista del Derecho de Galicia, había sido represaliado por haber sido Secretario General de la preautonomía gallega de 1936: destituido de su cátedra, inhabilitado, expoliado... La suerte es que en el bajo había una librería y los niños teníamos forfait de lectura; no eran raras las sentadas de siete horas. La cosa mejoró cuando descubrí que acercando el termómetro a una bombilla podía ponerme enfermo a voluntad y quedarme todo el día leyendo sin tener que ir a las Huérfanas, un colegio al que de todas formas íbamos en zapatillas.
EL DÍA Y LA NOCHE (de Covelo) |
—¿Sus padres?
Mi padre, dadas las circunstancias de la época,
sufrió una mili de más de diez años; alcanzó al cargo de comandante. Luego
ejerció como abogado en incluso llegó a ser miembro de la Academia, pero tanta
guerra le dejó huella y falleció prematuramente. Mi madre, la sección coruñesa,
es licenciada y educadora, ya jubilada y, sobre todo, una cuentista reconocida
con el premio de la Diputación, y, recientemente, con el de Caixa Forum.
LOS DE MIGUEL ÁNGEL |
—Estudios,
vocación, carrera, trabajos…
Estudié en el colegio Peleteiro, la única
institución laica de Santiago a la sazón, y mis amigos aun son los de entonces.
Quise estudiar periodismo en Madrid (va, en realidad quería estudiar para ser
Valle Inclán), pero mis padres me dijeron aquello de que “tu vete haciendo Derecho
como todo el mundo y luego ya simultanearás…” Lo que no fue tan malo porque
descubrí que tenía memoria fotográfica y que me comía las oposiciones como
churros a pesar de ser bastante vago. En un par de años saqué la de Técnico del
Estado, el derecho privado de Registros y la de Notario, donde ya me planté y
que aun ejerzo.
LA PIEDAD DE COVELO |
—¿Y su
familia? ¿Tiene hijos?
—Mi mujer es de Negreira de una familia jurídica y
de industriales de la Leche; graduada en Arte ejerce como Secretaria
Administrativa además de ser una inefable cocinera. Los hijos se han repartido
mis vocaciones: dos juristas y una periodista.
—¿Ha hecho pinitos
en política? ¿Cuáles son sus actividades extra-literarias?
Creo que todos los que salimos del caserón del Toral
pensamos en ello alguna vez; había una especie de “corte” histórico. Mi hermano
Agustín aun es vicealcalde de León; de otro no hablo porque me come la entrevista.
En la época de la ilegalidad llegué a ser secretario local del PSP de Tierno;
no es que yo fuera socialista, pero era lo más antifranquista que me encontré
sin llegar a ser comunista. Luego me llamó Suárez y constituí para él el CDS en
Santander; aun recuerdo cuando me dijo: “¡Tan joven y ya técnico y notario! ¡A
ti te prometo que vas a ser ministro!” Era un gran hombre pero no era profeta.
¿Extra-literarias, dice? Soy hombre de pasiones. Por este orden: Primero que
nada, me encanta el ciclismo, no hay fin de semana que no me lance al paisaje;
en segundo lugar, el Derecho de Galicia no solo es un hobby, sino que a través
del notariado me da de comer. Los Minerales, el Mar (navegación, pesca…); la
Arqueología, en especial de la baja romanidad, las orquídeas gallegas… and more
and more.
LA DE MIGUEL ÁNGEL |
—¿Algún
seudónimo?
¿Cuál va a ser? El tuyo: Jacques. Recuerda que nací
bajo el signo de Santiago, de abuelo “Leloup” y que la literatura me la
imbuyeron desde los cuatro años en la Alianza Francesa. Conocí antes a Victor Hugo
que a Cervantes aunque luego llegué a preferir a este porque los capítulos del
Quijote tienen el tamaño perfecto para una sesión en el excusado.
Lo típico de los lectores bulímicos; no me quedó más remedio que
contarme a mi mismo las historias que nadie había escrito. De la infancia,
recuerdo el concurso de Coca-Cola –el Mar, que gran tema para hablar…-; otro
del Día de la Madre premiado con “suscripción de la santa a Historia y
Vida por un año” y una especie de novela de El gordo y el flaco, con
explosión del primero y caída en hormiguero del segundo.
MECENAS DE COVELO |
—¿Cuál considera su mejor novela?
La que ahora publico en Amazon, (Il Braghettone, la historiaoculta del Juicio de Miguel Ángel) me ha llevado media vida y más de
cincuenta de reescrituras; algo que es acorde con el carácter patético del
personaje: pero me va mucho más una novela policíaca de ambiente egipcio que
aun tengo inédita. ¿Por qué? Porque es de risa y mi carácter es más bien
irónico y retranqueiro al estilo gallego.
—Ya que se ha metido en el tema ¿por qué escribe en castellano y
no en gallego? Me pareció entender que era galleguista…
Pero también me declaro un hombre libre y como tal, libre de
elegir mi patria. Mi patria electiva es la gran novela gallega: Rosalía,
Torrente, Cela, Cunqueiro, Pardo Bazán y sobre todo, Valle Inclán.
—¿Ha dicho Rosalía de Castro?
Sí, claro, ya sé que no es políticamente correcto, pero Rosalía
también escribía en esa variedad tan gallega del español que Calero llamaba
despreciativamente el castrapo. ¿Has leído El primer loco?
Aunque el maestro es Valle. Conste que lo hago por un tema libertad personal y
sin querer meterme con nadie; simplemente porque me es fácil, al ser la lengua
de la calle en Pontevedra, Vigo o Coruña. Repito, ninguna toma de posición;
también he escrito una novela en gallego, O botafumeiro de ouro que está
en boxes.
EL DE M.A. |
—¿Qué géneros cultiva y que proyectos tiene?
Creo que he tocado todas las variedades de la novela: histórica,
policíaca, thriller, cómica etc. etc. Los proyectos son muchos porque (aunque
en las entrevistas solo se saca la cara buena) uno de mis defectos es la
dispersión. En particular me gusta el roman à clef, novela cuya convención es
que hay que ceñirse a la verdad (Il Braghettone lo es) y en la que el
arte consiste en poner el foco en un punto u otro. Conservo en mi cabeza buenas
anécdota de la política en tiempo de Suárez y poco a poco las voy armando.
—Y que hay de sus publicaciones, premios, etc.
He obtenido el premio Arenas 2007 con La Coruña 1936,
novela histórica; he publicado el Sebastián de Ocampo, dedicada al más
valiente de los gallegos y aun a la venta en Casa del Libro en digital y
papel; Los mejores terrores por relatos, del género negro, en papel; Cuentos
de la Torre, papel, y alguna cosa más. Que ahora recuerde, he sido finalista en el
premio Wilkie Collins 2012 de novela negra y en el Premio Hispania
2013, de novela histórica. Ah, me olvidaba; y en la web Derecho de Galicia,
La ciudad de la sangre. Y tengo en espera casi una docena de obras más
que ya no verán la luz jamás en papel porque me he pasado con armas y bagajes
al e-book…
—¿Queee…?
Salvo que pretendas hacerte rico escribiendo, el papel ha pasado a
ser una pesadez. Tienes que hacer presentaciones, firmar libros, molestar a
amigos, hacer entrevistas, viajes… Apenas ganas para gastos; hoy en día eso, en
España, está pensado solo para tres personas: Reverte, Dueñas y Marías. Si
simplemente te diviertes escribiendo lo mejor es no perder el tiempo en pamemas
y el que quiera, que te pinche.
COVELO |
—Tan opositor y no le gusta hablar en público…
¡Qué va, me encanta! Eso de tener delante de ti a cien personas
presas escuchándote es una sensación embriagadora. Aun recuerdo con morriña los
discursos que me tiraba cuando fui candidato a Senador por Cantabria. A día de
hoy esa afición está más que cubierta cuando me llaman de algún lado para
hablar del Derecho de Galicia.
—¿Va a escribir su biografía o la de las personas con las que ha
tenido cercanía?
No la “voy a escribir”; la escribo constantemente. Pero como me da
pudor, a los personajes los disfrazo de romanos, de condottieros, de…
—¿Por qué escribe? ¿Sufre o disfruta haciéndolo?
Escribo porque entiendo que hago un bien a la humanidad
desapareciendo todos los días cinco horas sin dar la lata a nadie. La gente
normal está todo el tiempo pinchando a alguien, odiando, quejándose,
suplicando, exigiendo, amando posesivamente, desdeñando… Yo, nada, como un
ángel desaparezco a voluntad en el Cielo que es mi escritorio. Sigo disfrutando,
igual que cuando era un niño imaginativo, del placer de narrarme historias que,
o no están escritas, o no están bien contadas.
—Ahora un clásico: su lista de escritores favoritos…
—¿De los antiguos? ¿O todos?
—Empiece con los antiguos, por favor.
No serán de los años peores de mi vida los que me pasé traduciendo
La Ilíada y La Odisea con el profesor Dopico. Aquello de “las moscas zumbando
alrededor de los tarros de leche” era la escritura más cinematográfica del
mundo. Y luego, claro, La Comedia, El
Quijote, La Cartuja de Parma. La verdad es que me gustan todos. Si se trata
de releer, los rusos siempre conservan algo de sustancia no absorbida en el
primer momento.
—¿Modernos?
Valle, Valle, Valle. Y Valle. Luego Torrente, doña Emilia y Cela.
Nabokof, que mereceria ser gallego Y ya en un nivel más terrenal, Philip Roth,
Carver, Vonnegut, Joyce Caro Oates, Carson Mac Cullers, Rufin, Pennac,
Mondiano… Marsé, Vila-Matas, Vargas Llosa… Sciascia, Calvino, Malaparte… Releo
mucho Matadero cinco, de Vonnegut, por sus maravillosos flasch backs.
Entre los gallegos, creo que el único clásico vivo es Caneiro: el panorama es
deprimente.
—¿Considera que la Literatura debe influir en la sociedad?
¡Que va!; precisamente me aparté de la política porque era
demasiado fantasioso. La misión de la Literatura es permitirle vivir muchas
vidas a aquellos a quienes la rutina de la gente corriente se les viene
pequeña.
—¿Qué consejo le daría a los escritores en ciernes?
—Si van a disfrutar con ello, que escriban; si les produce
sufrimiento, no vale la pena. Dinero, no van a conseguir; Fama, solo en
cenáculos restringidos; en cuanto a La Inmortalidad, mejor congelarse como Walt
Disney. Para los que sean vocacionales, la recompensa es inmediata: el mundo
ebook ha dejado sin sentido un montón de mamarrachadas.
—Vayamos con su
novela Il Braguettone ¿podría
concretar el tema?
Es una novela sobre la amistad y la traición, en particular sobre
la traición a uno mismo. Me gustan los temas clásicos, como el tenue hilo
mental que separa la admiración exagerada del odio a muerte. O la típica
cuestión de si el genio nace o se hace con la que Miguel Ángel zahería al
Braghettone, del que decía de que solo era capaz de llegar “al arte por la
fatiga”. Claro que la venganza es un plato que se sirve frío y el Braghettonne
acechó el momento de desfigurar el Juicio
Universal, el cuadro al que más que ningún otro Buonarroti había
encomendado su Segunda Vida, la importante, la de la Fama.
—¿De verdad el
Juicio fue tan importante para Miguel Ángel?
Absolutamente. Cuando la Ciudad Eterna cayó en manos
de los españoles y lansquenetes de Carlos V se desencadenó el Fin del Mundo.
Los luteranos jugaban al calcio (una especie de futbol) con las cabezas
momificadas de los apóstoles; la sabana del Santo Rostro se convirtió en tapete
de partidas de dados; las monjas eran subastadas por una moneda, tan barato
estaba el género; los cadáveres no dejaban ver el Tíber. El pontífice, Clemente
VII de Médicis, se propuso lavar la ofensa mediante “la obra de arte total”,
algo que situara a los hombres frente a su infinita pequeñez. Naturalmente, la
gravedad del delito exigía que el tema fuera un juicio. Muertos Da Vinci y
Rafael, solo quedaba un artista verdaderamente grande. Con la ventaja para
Miguel Ángel que de paso salvó la vida, ya que venía de dirigir la rebelión de
Florencia contra el papado.
—¿Es un
personaje universal, actual?
Y tanto. Vea todos esos segundones que reverencian a
sus jefes, los alaban y endiosan. Bien podrían estos al menos sospechar las
inmensas simas de odio que encubren tan amorosos sentimientos. Solo hay que
abrir el periódico.
—¿Por qué ese
gambito tan nabokofiano al final de la novela? Parece como si no se sintiera cómodo con el punto de vista: narrador-ominisciente; focalización en un
personaje; narrador-testigo…
Es verdad, la mecánica me ha dado problemas. Pon un
lado, al ser una novela de sentimientos, tenía que meterme en la cabeza del
personaje. Por otro, al ser una novela de acontecimientos (¡Y qué
acontecimientos: Catolicismo versus Protestantismo; Renacimiento frente a
Barroco…!), el argumento exigía sobrevolar la escena. Espero haber acertado.
—¿El Braghettone era buena persona en el fondo?
La vida humana es una tragedia y si te acercas lo
suficiente puedes a cualquiera llegar a comprenderlo todo. Bueno, casi todo. A
su favor hay que decir que tenía que haber sido un santo para sufrir una vida
de ninguneo por parte de Miguel Ángel sin reacción por su parte. Tampoco era
mal artista: si vas a ver su Deposición a la Trinitá dei Monti comprobarás que
sus escorzos no tienen nada que envidiar a los del Buonarroti. Con la ventaja
de que no hay que sufrir empujones como en la Sixtina.
—¿Cree que su
alma de jurista le llevó a escribir una novela sobre el Juicio de los Juicios?
No, porque en este no triunfa la justicia, sino la
venganza. En términos de hoy, más bien tiene relación con el mundo de la
política.
—¿No cree exagerada esa moda actual de que todo en la novela sea verdad-verdadera?
Que va, si me encanta. Es más, todo lo que he puesto
en Il Braguettone es fruto de una rigurosa reconstrucción histórica. Incluso
los sucesos más chuscos como el de Miguel Ángel vociferando con sus discípulos
para decidir quien había dejado embarazada a la criada.
—Usted al
principio de su libro se plantea la cuestión de la Inmortalidad por el Arte o
las grandes obras. Pero al final, no nos da su respuesta.
¿No la he dado? Yo creo que sí, que la de Cervantes,
Shakespeare o Miguel Ángel es una suerte de inmortalidad. Pero no descarto que
existan más.
—Sé que está
saturado del tema, pero ¿no cree que en las inmediaciones de nuestro actual
presidente se esconden muchos Braghettones?
Mire, yo aquí he venido a hablar de mi libro, como
Umbral. No es por descortesía, pero si sigo por ahí, se me come la entrevista.
Mi actual imagen en internet consiste en que a determinado personaje le doy nosecuantas
vueltas como ciclista; todo porque un hábil periodista consiguió tirarme de la
lengua.
—Al menos
dígame cuales son las lecturas favoritas de “determinado personaje” y si cree
que va a ganar de nuevo.
Le encantan los Episodios
Nacionales de Galdós. Y sé que es un ganador nato. Le contaré algo: cuando
era niño pasó una larga temporada en mi casa. En las Monjas, un tal Leis nos
ganaba siempre en salto de altura. El personaje de marras, tan pronto llegaba a
casa, ponía una vara entre dos sillas y salto va, salto viene, casi derriba el
viejo caserón del siglo XVII. ¿Por qué? Porque por muy patoso que fuera, nunca
se resignó a que nadie le ganase. Y ahora ¿hablamos de mi libro?
A ver. A los amigos que están dispuestos a
invitarme a una caña, no les arruinan 2,90 euros, eso es evidente. A los
compromisos, esos que estaban dispuestos a pagar 19 euros por una presentación
en papel con mi firma dedicada, les hago un favor de órdago. Conste que cuando
vengan de “consulta” pienso hacerles preguntitas insidiosas para ver si se lo
han bajado. Por último, ya sé que a todo el mundo se le da un ardite la
Sixtina; el caso es pasar por allí a toda mecha y ¡hala! Al Coliseo. Programa completo. Pero en este mundo aun
quedan por ahí puñeteros curiosos a los que les gustaría saber porqué el Juicio
se pinto así y no asá; porqué se dicen luteranas las manos vacías; porqué esa
mezcla de motivos eróticos y religiosos ¡Incluso!, alguno llegará a sospechar
que los culos y las tetas son un MacGuffin; algo puesto allí para despistar
nuestras miradas de la mercancía protestante que Victoria inoculó en vena al
florentino. Hay gente muy retorcida.
—Y para esta
entrevista había que subir en bici hasta aquí, a este Covelo, un pueblo muerto
encaramado a la sierra do Cando…
El cicloturismo en Galicia te da entrada a un montón
de mundos mágicos y misteriosos que son como una especie de novelas vividas. No
me diga que no le intriga este pueblo, ya desierto por la vejez y la
emigración, pero repleto de esculturas al estilo de Miguel Ángel. Fue su
mecenas un indiano, Barreiro Cabanelas, que se hizo rico en Brasil con la
“lotería del bicho”. Según en que agujero se metía el bicho; allí tocaba: consiguió
amaestrarlo. En Covelo, regalaba casas con esculturas, escuelas, saneamientos;
fue perseguido por masón… vamos, otra novela. Si esta aldea tuviera un solo Bar
estaríamos escuchando ahora la algarabía de los turistas en vez de los aullidos
de la nortada… Anímese, hombre, que ahora es bajada.